sábado, 12 de marzo de 2011

BIOGRAFIA DE LEONARDO FAVIO




Yo quiero llegar a la gente para conmoverla”
Temas como Fuiste mía un verano, Ella ya me olvidó, yo la recuerdo ahora y O quizás simplemente le regale una rosa, entre muchos otros, están grabados a fuego en la memoria colectiva y pertenecen, como señala el propio cantante y cineasta, “al inventario familiar de todo el mundo de habla hispana”.

Mitos Argentinos. Así podría comenzar una nota sobre Leonardo Favio: cineasta, compositor, cantante, militante peronista, hombre de vida novelesca que acostumbra construir su propio personaje reinventando su historia una y otra vez, añadiendo detalles que nadie sabe a ciencia cierta si son hechos reales o simplemente escenas que imaginó, como si su vida fuera una de sus películas, o viceversa. Un artista tan fascinado con los mitos –Perón, Gatica, Juan Moreira– que ha terminado siendo uno de ellos.

La estatura de Leonardo Favio como cantante popular es tan inmensa como atípica, representativa de una década, la del ’60, plena de cambios y convulsiones, marchas y contramarchas. Favio llegó a la canción después de haber dirigido tres películas que lo posicionaban como “director de culto” dentro de la llamada “generación del ’60” de la cinematografía argentina. Sin embargo, como cantante, su estilo es inclasificable. Aunque el éxito de su primer disco, Fuiste mía un verano, es uno de los mayores que registra la industria discográfica de nuestro país, Favio se ubicó en una posición equidistante entre la camada de “El Club del Clan” y la que daría origen a lo que luego se llamaría “rock nacional”.

Al igual que otros cantantes de su generación (Sandro, Leo Dan, Piero, Facundo Cabral), generó un estilo único e irrepetible, que si bien incorpora la mezcla de influencias que caracterizaba su época –se pueden detectar rasgos de la canción melódica italiana, la chanson francesa, el rock primigenio de Elvis y Roy Orbison–, se construye fundamentalmente a través de su propia imaginación creadora. Su capacidad es la de construir historias y dotarlas de vívidas imágenes plenas de detalles cotidianos, que lo acercan a una suerte de neorrealismo. Pero a la vez carga esas historias con un fuerte contenido melodramático, en sintonía con la telenovela o, más probablemente, con el radioteatro. Ese tipo de relato no tenía precedentes en la canción melódica argentina, y se veía potenciado por la personalidad de su voz grave (que los críticos “ortodoxos” se empeñaban en criticar por su afinación dudosa), por las exageraciones expresivas al alargar las vocales, los inesperados pasajes narrativos que introducía con sus recitados, que a veces se transformaban en diálogos con su mujer, Carola.

Todos esos ingredientes hicieron que los temas de Favio hayan pasado a formar parte de la memoria colectiva de una generación, y están asociados inevitablemente a la nostalgia por una época que –probablemente por el tiempo transcurrido y lo siniestro de la historia que vino después el imaginario se empeña en pintar como casi idílica, o al menos coloreada por la esperanza de un futuro mejor.

Su biografía –o quizá sería mejor decir el mito de su biografía- relata que Fuad Jorge Jury, su nombre real, nació en Luján de Cuyo, Mendoza, en 1938, que conoció la pobreza, que robó y estuvo internado en varios institutos de menores, de los cuales se escapaba o lo echaban. Que su padre abandonó el hogar cuando él era muy chico y murió joven, que pasó algunos años en el Hogar El Alba, del cual se fugó para volver a Luján de Cuyo a vivir con su hermano mayor, Zuhair Jury (quien sería coguionista de casi todas sus películas). Que algunos pequeños hurtos lo llevaron al Patronato de Menores, que intentó enrolarse en la Marina, donde duró poco pero se llevó el uniforme, con el cual pedía limosna en Retiro. Que retornó a Mendoza, donde su madre (que era escritora de radioteatros) le conseguía algunos bolos en la radio.
De vuelta en Buenos Aires, trabajó en la radio y luego comenzó su carrera como actor, bajo el padrinazgo de Leopoldo Torre Nilsson, quien lo tomó bajo su protección y lo incluyó en films como El secuestrador, Fin de fiesta, La mano en la trampa y La terraza. Su admiración por “Babsy” era tanta que –según Favio– comenzó como director para impresionarlo (también para conquistar a María Vaner, su primera Esposa), y le dedicó su primer film, Crónica de un niño solo (1965). Luego llegarían Romance del Aniceto y la Francisca (1967) y El dependiente (1968), éxitos de crítica que le valieron varios premios internacionales.

Sus comienzos como cantante y el éxito fulminante fueron prácticamente simultáneos. Tocaba la guitarra desde pequeño, intercambiando clases de guitarra por sus oficios como cebador de mate con un zapatero chileno que vivía enfrente de su casa. Como buen mendocino, empezó con tonadas y otras variedades del repertorio cuyano, a lo que fue agregando luego zambas y milongas. Pero cantaba en la intimidad de su hogar, para los amigos, hasta que uno de éstos lo llevó a la primera Botica del Angel, ubicada en Lima 680, que regenteaba Eduardo Bergara Leumann. Increíblemente, como sólo sucede en las películas (y en la vida de Favio), el día de su debut se le acercó un ejecutivo de la compañía CBS y le propuso grabar un disco.
“El primer tema que grabé fue un gran fracaso –recordaba Leonardo– porque no vendí ni un solo disco. Se llamaba Quiero la libertad, y es una canción con la cual creía que se podía hacer una revolución a partir de ella, pero no pasó nada. En aquella compañía discográfica estaban Hugo Piombi y Lear, dos productores que sabían mucho, y ellos me hicieron grabar Fuiste mía un verano y O quizás simplemente le regale una rosa. Yo discutía con ellos porque quería cantar otros temas, pero al final tuvieron razón.”

Y vaya si la tuvieron. El tema de Fuiste mía un verano ostenta hasta hoy el record nacional Argentino, de venta de unidades de un mismo disco, con un millón y medio de placas,. El primer LP de Leonardo Favio editado en 1968, llevaba por supuesto el título de su canción más exitosa, y contenía además muchos de los temas que constituyen los clásicos de su repertorio, esos que hasta hoy no puede dejar de cantar cada vez que sube a un escenario. Entre ellos, Quiero aprender de memoria, O quizás simplemente le regale una rosa y Ella ya me olvidó, yo la recuerdo ahora. Su fama se extendió por todo el mundo de habla hispana, a tal punto que esta última sería grabada en los ’90 por el grupo español Héroes del Silencio, quienes consiguieron un hit con aquella melodía.

El éxito tomó a Favio un poco desprevenido, a tal punto que llegó a encerrarse durante meses en su departamento. “Me sentí muy perplejo”, confesaba él. “No esperaba una avalancha así y no sé si me hizo bien. Venía de un mundo de mucha tranquilidad, de austeridad, y de golpe ver esa locura de los medios, de la gente, de los shows continuados. Me sorprendió, me descolocó, y tardé mucho tiempo en reaccionar.” A tal punto que luego de grabar un segundo LP en 1969, en pleno apogeo de su éxito, deja la canción en 1970 para dedicarse a preparar lo que sería su siguiente film, Juan Moreira.

Por supuesto, la historia de Favio continúa hasta hoy, e incluye varias películas (entre ellas Nazareno Cruz y el Lobo, la más vista en la historia del cine argentino), su exilio en países como Colombia y México durante la dictadura militar, más discos y numerosos retornos alternados con períodos de ostracismo. Pero buena parte de su carrera como cantante se apoya sobre esas canciones producidas durante los años 1968/69. Y si bien la inteligencia siempre se ha empeñado en separar su obra cinematográfica –que comanda el respeto dedicado a los grandes directores de sus canciones, las que son vistas en el mejor de los casos como un “mal menor”, Leonardo siempre ha enfatizado la conexión entre ambas: “Yo quiero llegar a la gente y conmoverla porque no soy otra cosa que un narrador de cuentos, tanto cuando filmo como cuando escribo canciones”.

En el 2008 Favio se mostró nostálgico, casi poético en una entrevista con la revista Ñ. (que publica el diario argentino El Clarin) Fue ese año el del lanzamiento de “Aniceto”. Ante la pregunta acerca de la eternidad y de eludir lo efímero de la vida, el director relató con bellas palabras: “El sueño de todos es permanecer, pero uno muere cuando se escapa de la memoria de la gente. Mi obsesión es que me recuerden bien en esa momentánea memoria que haya de mí. Yo había incorporado la idea de la muerte a mi vida como algo legitimo y bello pero a medida que se acerca cuido el cuerpo, el artefacto que nos queda, me voy despidiendo de ese cuadrito en la pared, que pena no verlo más, pero esto es solo una fracción de película acelerada, y uno comienza a preocuparse más por lo que puede haber del otro lado. Tal vez la eternidad sea despertar de una siesta bien dormida con los ojos entregados al asombro, por ahora somos la molécula de una hormiga y menos que eso. Soy profundamente religioso, casi místico, puedo gozar de la soledad como un don, un regalo de Dios que me permite estar conmigo”.

Sea lo que sea, Favio se enfrenta a los médicos por una causa que se mantiene en silencio. Hoy los mendocinos rezan por una pronta recuperación….

1 comentario:

  1. AMARÉ, POR SIEMPRE A, LEONARDO FAVIO, JAMÁS LO OLVIDARÉ, VIVIRÁ POR SIEMPRE EN MI CORAZÓN.

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